La Amistad nace y se instala poco a poco
sin que nos demos cuenta.
Un día, estamos sorprendidos de descubrir
con alegría
que el otro se convirtió en nuestro amigo.
Una amistad se instaló en nuestra vida
como un estado permanente.
El amigo está ahí,
como una presencia invisible,
siempre disponible, listo para responder
al más insignificante de nuestros llamados.
La verdadera amistad siempre es una relación
larga, durable, que pudo superar
los inevitables alejamientos,
las crisis y los conflictos de la existencia.
Un amigo auténtico representa esa parte
silenciosa de nuestra realidad
y nos da la tácita seguridad de no estar solo,
la convicción íntima de pertenecer a un grupo.
El mejor don que podemos esperar de un amigo
es simplemente que exista,
e incluso si lo olvidamos, saberlo cerca,
tengamos o no necesidad de él.