Cuando las horas no parezcan pasar, y el cuerpo te pida volver. Cuando te aturda lo más simple, simplemente escucha al cielo. Y no intentes pensar,
trae el viento a tu conciencia. Exhala y cierra los ojos, ignora hoy tus bramidos. Porque nadie más que vos, está aquí sangrando así. Nunca has logrado tanto, tu espina has abandonado.
Date un tiempo, para entender tu martirio, al fin estás padeciéndolo, por una justa razón. Apártate un momento, respira profundamente, jamás habrá una tarde, igual a la de hoy. No te rindas, se un guerrero, hoy peleas contra tu miedo. Derribando mil pilares, que se quiebran a tus pies.
Ya no tienes sosiego, no existen más los atajos. Sólo vos estás en esto,
comenzando a un final. Porque al fin estás buscando, la paz que una vez echaste. Prisionero de tu falta, la dejaste marchar. No te amargues, hoy tu dolor es justo, al fin fluyen de tus ojos, lágrimas de salvación.
Sonreí siempre, de las garras te has salvado, ya sus dueños de tus noches, llenas de libertad.
Son párrafos llenos de esperanza, testigos de una realidad difícil, cuando el sacrificio es benéfico. Lo escribí para un amigo en donde estuve internado, un compañero muy bueno, que me ayudó muchísimo y me dio mucho ánimo. Pero en verdad, estas líneas pertenecen a aquellos seres que están luchando contra la droga o el alcohol, aquellos que decidieron dar el paso hacia la vida, soportando y aceptando, un sacrilegio vital.
Colaboración de Miguel Tsiorlani