Reflejo de un sueño en el lago
— ¿Dónde estamos Juan? — ¿Ahora mismo? Subidos en un viaje astral, sumidos en la cuarta dimensión. — No tiene lógica… — No la busques… Déjate llevar, Laura. Y así, Laura descubrió lo que era lamer un recuerdo, una fotografía manchada por el carmín brillante de sus labios. Sus experiencias le hicieron traspasar la fina línea que hay entre lo irreal y lo real. ¿A qué sabe un recuerdo? Laura experimentó infinidad de gustos que le hicieron estremecerse hasta la saciedad. Juan tenía cuerda para rato, y ella, en su fuero interno, lo sabía. *** A la mañana siguiente, se despertó por fin en su cuarto. Laura pudo ir a la cena y comprobó que el tiempo había pasado para todos. Cuando vio a Juan su corazón no saltó, ni se estremeció. Se había quedado encogido y en constante parálisis. Buscó un ápice de complicidad en sus ojos que le confesaran que él también había formado parte de aquel viaje astral. Sus ojos chocaron con una barrera al no comunicarle lo que ella quería encontrar. Quizás un punto de júbilo que le hicieran pensar que había merecido la pena. El recuerdo de Juan la distorsionaba creando ondas concéntricas en el interior de su alma. — ¿Quieres agua? –le preguntó para romper el hielo-. A lo que Juan, asintió bastante serio. Se la sirvió bien fresquita y mientras Juan bebía a pequeños sorbos, ella sintió como se tragaba porciones de su alma. Juan no adivinó que aquella agua provenía del lago que los había visto crecer, a la que le había arrebatado el alma Laura, en donde la luna se reflejaba aquella noche de San Juan. — Felicidades –musitó Laura a medianoche-. — Gracias, luna –le dijo Juan a Laura guiñándole un ojo-. Y Laura supo ciertamente, que cuando se durmieran cada uno en su hogar, sus almas se reencontrarían.
FIN
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