En una pequeña ciudad de España, un padre que tiene un pequeño bar, contrata a su hijo en verano para que le eche una mano con los turistas que llegan a la ciudad en esas fechas. El hijo no es muy trabajador, de hecho es bastante despiste, por lo que su padre le encomienda pocas tareas y todas ellas fáciles. Una tarde-noche, con el bar aún vacio, el padre debía ausentarse una media hora, por lo que dejó encargado del bar a su hijo. No había nadie, por lo que lo único que tenía que hacer era prestar atención a unas patatas fritas que había dejado friendo en la freidora. El chico le dice que no se preocupe, pero viendo un partido de fútbol que echaban por la tele se olvida de las patatas. El teléfono suena a los pocos minutos y al responder oye una voz que le dice “vigila la freidora” y cuelga. El chico piensa que es una broma del padre, pensando que se le habían olvidado las patatas. Pero aún era pronto para ir a verlas, por lo que sigue mirando el partido. Pocos minutos más tarde vuelve a sonar el teléfono. Lo vuelve a coger y es la misma voz de antes con la misma advertencia. Aún no es hora de sacarlas, pero alertado por esas dos extrañas llamadas de teléfono, decide ir a ver qué es lo que pasa. Una vez delante de la freidora se da cuenta de lo que le advertía el teléfono. Al levantar la cesta de las patatas, descubrió la cabeza de su padre, medio frita.
|