Réquiem para un alma
Es hora tristísima cuanto deja mi alma,
réquiem para un corazón perturbado.
En la danza de oropeles prematura,
hervía mi sangre, primero sosegada,
en el temor prudente que fue vencida,
a la cadencia majestuosa de instantes malogrados.
Combato al enemigo interno que me hiere,
con la espada filosa del remordimiento,
ya no soy a un tiempo más que aire,
presto a sucumbir temprano.
Es mi conciencia, el más valiente guerrero,
que me vence,
poniéndome a las puertas del infierno.
Estoy esta noche, en el tibio arsenal de las estrellas,
alguna vez tuve muchedumbre de ensueños,
que venía más allá, tan lejos como ellas,
Con la brizna misteriosa, de cálidas querellas,
perfume inocente desposaba mi alma
y su desnudez, brilló en mi pensamiento.
Admira existencia propia ¡No siempre habéis sido vana!
el origen eterno, no distingue tierra,
siembra en la cepa virgen, maravillosa semilla,
que aun soplo, funde cuerpo y naturaleza.
Es hora tristísima cuanto deja mi alma,
Réquiem para un corazón perturbado,
perder más por ganar tan poco,
cubra mi espíritu, que albergue el motor vital,
que sufre, pero de dolor no se muere.
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