El verdadero valor de un regalo no es determinado por el dinero que pagamos por él, sino por lo que hemos puesto de nosotros mismos en él. Demos siempre imaginativa, amorosa, entusiasta y libremente, ya sea nuestro regalo una sonrisa, una palabra, una acción o un objeto. Es mejor no dar a dar con un sentido de obligación o con la esperanza de obtener algo a cambio. El dar verdadero es espontáneo, como el fluir de agua de una fuente o un arroyo. Avivemos el espíritu de fe, amor y gozo en nosotros y, de este modo, no podremos evitar dar. Luego demos con la realización feliz de que cada regalo, contiene algo de nosotros, lo mejor de nosotros. Demos sin ataduras, y recibiremos de la misma manera.
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