DESEO....
Cuando escuchamos esta palabra, inmediatamente viene a nuestra mente
una percepción de sensualidad y sexualidad
o tal vez una oleada de algo pecaminoso que se recibe como oscuro,
oculto o en el mejor de los casos, privado.
Esto, en algún momento puede ser verdad,
pero el mayor significado del deseo es algo completamente distinto.
El deseo es una energía espectacular.
Algunas escrituras orientales dicen que
"Dios creó el Mundo cuando sintió un gran deseo...",
tal vez esto se nos trata de decir que el deseo
es una poderosa fuerza capaz de crear cualquier cosa.
Pero, ¿por qué está tan mal entendido el deseo
y por qué se nos enseña a esconderlo,
anularlo, aniquilarlo, ocultarlo, negarlo, rechazarlo, detestarlo, etc.?
Ya sea por mala traducción o intención o ignorancia, mejor no mirar atrás,
es tiempo de comprender que estamos tratando con energías
que no pueden ser escondidas, detestadas ni rechazadas,
pues lo que se obtiene es simplemente la confusión
y finalmente acrecentar nuestra culpa por desear.
Talvez si entendiéramos lo que el deseo es,
si cuando deseamos algo nos conectamos con ese sentir
y observáramos en nosotros mismos sintiendo el deseo, pero sacando el objeto,
podríamos ser portadores de una enorme cantidad de energía
capaz de realizar mucho más de lo imaginado.
Cuando se nos enseña a resistirlo lo que sucede
es que cambiamos el objeto del deseo,
si se considera que desear algo es pecaminoso o inconveniente,
se nos aconseja poner la atención en otra cosa,
con esto, no se pasa el deseo, se acrecienta.
Si observamos que el deseo es algo que nace del corazón
con gran fuerza y meditamos
–esto es quedarnos sin pensamientos, entregándonos totalmente a la divinidad
(cualquiera sea nuestra concepción de Dios)-
y usamos ese instante con toda la fuerza de ese deseo
para estar en comunicación interna,
algo excepcional pasará en nuestro interior, pues estaremos moviendo el deseo
desde un plano material hasta el más sublime y eso no puede ser algo corriente.
El deseo viene a ser una mezcla de el entusiasmo,
la determinación y lo que es voluntad, pues con ese "querer" podemos crear,
en especial crearnos una vida mejor, más sana, más plena.
Como toda energía, es la calificación que le damos
con nuestra mente la que hará sublime,
oscuro, puro, morboso, sincero o egoísta el deseo de nuestro corazón;
y también como toda energía tiene que cumplir su cometido,
no puede quedar oprimida, encerrada sin salir,
hay que darle una meta a cumplir, un propósito.
Imagineros la corriente eléctrica, es energía graduada de diferentes formas,
capaz de encender una pequeña chispa
como también de echar a andar una planta atómica.
También puede dar calor para cocinar alimentos de una familia hambrienta
o de hacer funcionar una silla eléctrica o algo peor.
Si cuando puede cocinar alimentos la encontramos maravillosa,
no sucede lo mismo con lo de la silla eléctrica.
Sin embargo, se trata del mismo principio
que convierte la energía en la acción que requerimos.
Lo mismo es con el deseo, es nuestra intención,
propósito, metas lo que la califica.
El deseo en sí es energía maravillosa, salida del corazón de Dios.