En cierta ocasión se encontraban Lucía y Juan, dos hermanitos jugando en el bosque, corrían y corrían tras el vuelo de las mariposas. De pronto, se detienen frente a un árbol y ven a una ardilla que se encuentra sentada en una de sus ramas; ¡Qué linda dice Lucía y se acercan a ella! Hola, dice Juan, pero la ardilla no se movió y ni los miró:
- ¿Qué te pasa? Le dice Lucía. ¿Por qué no nos miras, ni corres a esconderte como todas las ardillas?
La ardillita levantó su cabeza y dijo:
- Porque no puedo correr como mis hermanas ardillas, me tropezaría con todos los arboles y tampoco puedo ver por dónde camino, soy ciega y no tengo quién me ayude.
Lucía le dijo a su hermano:
- Y si nos la llevamos y le enseñamos cómo guiarse en el bosque, sin lastimarse para que ella pueda cuidarse y defenderse?
- Sí, sería bueno. -dice Juan-.
- ¿Qué tal te parece ardillita?, ¿quieres que te cuidemos y te ayudemos?
- No sé si pueda aprender a defenderme ciega en el bosque y a caminar sin tropezarme.
- Lo harás, porque no te dejaremos sola, seremos tus amigos y estaremos aquí para ayudarte.
Así lo hicieron y desde ese momento se llevaron a la ardillita y le hicieron un refugio cerca de la casa y todos los días le enseñaban a caminar por el bosque mostrándole los peligros y aunque ella no viera, ellos le decían dónde podía moverse sin peligro. Poco a poco, la ardillita aprendió a defenderse y a vivir en el bosque, así no pudiera ver, aprendió a valerse por sí misma y sus amigos Juan y Lucía siempre estaban cerca para ayudarle y llevarle los frutos que ella comía.
Moraleja: Los buenos amigos siempre están ahí para ayudarte en forma incondicional.
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