Aquí las rosas incrustadas en mi pecho
soplan brisas de pétalos y cañaverales.
Allí el plantío de pétalos en tus manos
y la conquista del agua de mis estuarios.
Aquí las redes urdidas en mis brazos
con hebras de corales y alerces inquietantes.
Allí está el amor en su hora sembrado grano a grano
propalando fuentes de oro en los veranos.
Ay amor, eres una beso de barro oscuro
acrecentado hasta los cerros con arrullos de caricias,
oliendo a frutos desnudos exhalando suspiros.
El vaso silente de una copa cristalina que cata el vino puro
exprimido de la uva de profundos minerales
tan sutil como tus parpados de vuelos ancestrales.
En nada se parecen tus alas de trabajo
a los vitrinas de ornatos cuando te deshojas desde el suelo
donde tus pies desenfundan alpargatas laborosas,
hasta las caderas despechan sus enaguas plateadas
y tu piel luce como el astro irrumpiendo en la alborada.