A tus pies de greda dorada
la tierra cedió sus tesoros,
levantó colmados granos
en silos a tu cuello
y espiga maduras
a tu soleado cabello.
Hojas sutiles tus manos,
cosecha de vendimia
en las pupilas.
He recorrido monumentos
marmóreos de rosas
con cicatrices de piedra
y el rojo hinchado de magulladura.
Estremecida dulzura…
Nada coteja con tu silueta
de renovado árbol
ni con tus raíces somnolientas.
Sedienta boca del Bermejo,
aroma primaveral de cedros
enredados en la foresta.
Te he pesado de a gramos
y tu continente
es gravitación del cerezo.
La luna trae pureza
de signos celestes,
curvadas nubes de sustancia
descienden aromas
a tu alma perfumada.
Mujer de pólvora condecorada,
sobre tus sueños de gleba me extiendo
a contemplar el secreto de tus pestañas
en la meditación del silencio,
cuando mareas de viento
impulsan espuma de algas
sobre áureos pechos de montaña.
Pareces sumergida pero eres gota elevada
por una profunda ola de madrugada.
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