Miramos nuestros relojes,
pero no importaba el tiempo,
importaba cuanto nos queríamos
lo que mutuamente sentíamos,
mi boca por la tuya, a consecuencia,
se volvió terriblemente fiel,
probamos del amor la miel y la hiel.
En tu mirada veía el universo,
mi alma, un sentimiento perverso,
tu amor, una hoja blanca al reverso,
y sentirme entre tu libertad preso,
ser todo y nada, como una piedra,
en una camino, blandamente rocoso.
Fuimos -somos- la conjugancion
de una fresca nota, una rima-canción.
Así, sucumbimos ante la terrible
e intangible palabra amor...
¡cuanta miel! somos tan, sin palabras,
y es que estas nos sobraron,
estas simplemente, nos estorbaron,
cuando nos miramos, una ardiente prisión.
Conjuguemos nuestras palmas,
adherentemente a nuestra piel,
las caricias exactas, las furtivas
y exasorventes minutos,
nos consumen,y al separarme de ti,
deseo volver a sentirte, otra vez,
y así, cada noche, al volver,
estabas tu.
de pronto, y al caer, en el abismo
incisivo de la terrible edad,
lo ardiente, se volvió frió...
lo poético se volvió básio,
y lo alegre, triste quedo.
por lo mismo te escribo,
acercándome a lo que anteriormente
compartimos, fue tuyo, fue mio.
Y seguir, inventándonos otra vez,
mis fuerzas son pocas,
comprende, esto lo hago en nombre
de mi ultima esperanza,
sigo esperando tu sonrisa,
y que tu aliento, me pegue cual brisa
vespertina, en mi frente,
que tu piel, me alimente,
que mi alma sea constante...
vamos, reinventemos este amor,
si tu quieres, podemos volver a bailar...
Ángel Alberto Briones Corona.