Esta es una estación de «transición» al invierno, donde las temperaturas rozan sus mínimos. Como consecuencia, los árboles empiezan a perder sus hojas, que cambian del verde intenso veraniego a toda una amplia gama de marrones. La caída de las hojas se ve favorecida por el aumento de la fuerza de los vientos, propiciado por la nueva estación.
Este cambio también supone un trastorno para los seres vivos. Durante este proceso de adaptación es posible que aparezca la astenia otoñal, con cansancio, apatía, mal humor o la falta de sueño. También son normales la anhedonia —esto es la incapacidad que sufre una persona para sentir placer al realizar cualquier actividad— y la falta de concentración. Incluso la ausencia de deseo sexual es habitual. Es un síndrome temporal, que apenas dura unos días y al que se puede superar con unos sencillos consejos.
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