Hace tiempo leí una historia, escrita por un amigo,
me gustó y a la vez me hizo reflexionar tanto,
que quiero compartirla
Hace mucho tiempo.
Un hijo se llevó a su padre a vivir a su casa
. Este hombre estaba casado y además tenía un hijo pequeño
. Todos los días se sentaban a la mesa a comer y cenar.
El pobre abuelo por su edad babeaba, y emitía sonidos comiendo,
y de tanto en tanto la gotilla de la nariz goteaba.
Siempre con su pañuelo en la mano.
Un día la mujer un poco escrupulosa y altiva, le planteó a su marido
que a partir de ahora su padre comería en la cocina y
si podía ser como era carpintero, el marido le hiciera un cuenco
de madera y cubiertos. Así no estropearía su vajilla.
El esposo todo entristecido se fue al porche de su casa,
y empezó a tallar, día tras día. Cuando hubo terminado.
Le servía la comida en la cocina, mientras ellos comían en el comedor.
En el cuenco y con los cubiertos de madera. Un día llegó de trabajar
y encontró a su hijo de 12 años tallando, se puso contento,
sería carpintero como él. Se acercó y preguntó.
¿Hijo que tallas? Un cuenco para ti. ¿Para mí?
Si así cuando seas mayor te haré lo mismo que haces con el abuelito.
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