...Yo creía que después de haber vivido tantos sufrimientos y pérdidas,
de haber pasado tantas difíciles pruebas
se me había formado un caparazón,
que nada ya podría herirme dolorosamente,
que las múltiples heridas habían fabricado
una costra impenetrable en mi alma.
Pero estaba equivocada.
No existe una vacuna que nos haga menos vulnerables.
No existe una armadura que nos defienda del ataque implacable del silencio ni del quemante
ácido de una palabra cruel.
Estamos expuestos permanentemente.
Por fuertes que parezcamos.
Por luchadores que seamos.
Por bravos que seamos.
Lo que un huracán no pudo destruir en nosotros,
lo que un terremoto no pudo derrumbar en nuestro ser, lo puede destruir y derrumbar una simple,
pequeña y aparentemente inofensiva palabra.
Y la costra se desprende
para que la herida vuelva a sangrar.
Y queda demostrado una vez más
que estamos en carne viva
...(Poldy Bird)