Esta historia ocurrió en Belén, justo el día en que nació el niño Jesús:
Muchos eran los seres mágicos que se engalanaban para asistir a un evento tan importante.
Los unicornios hacían brillar sus cuernos, el fénix lucía un hermoso color rojo, los ogros parecían
menos ogros, los duendes se vestían con preciosos trajes verdes, las hadas ayudaban a los
pastorcitos a arreglar al ganado y a los árboles a adornarse con bellas flores.
Los Reyes Magos eran ayudados por los elfos a cargar los camellos de Melchor, los caballos
de Gaspar y el elefante del rey Baltasar. Las sirenas inventaban bellos villancicos.
Sin embargo, había un pequeño ser que no embargaba tanta alegría. Era una pequeña niña,
del tamaño de un pulgar, que lloraba triste en el arrollo. El ángel que anunciaría el nacimiento
del niño Dios, la oyó llorar y le preguntó:
-¿Que te pasa, pequeña?, ¿por qué lloras tan desconsolada?
Y la niña le contestó:
- Dios me encargado que le busque un regalo para el niño y no sé que puedo hacer. No tengo magia,
no sé volar, no puedo hacer nada.
- Si Dios ha confiado en ti, es porque puedes hacerlo.- Le contestó el ángel.
La niña sonrió y dijo:
- Aunque nada soy, corazón tengo y prometo que intentaré hacerle un regalo al niño.
El valor y la voluntad que vio el ángel le conmovió y le regaló a la niña una de sus plumas doradas.
Cuando la niña la cogió, la pluma desapareció y le brotaron dos preciosas alas.
Merina, que así se llamaba la niña, echó a volar muy contenta y los brillos que salían de sus alas, se convirtieron en estrellas. Así pues, un hermoso cielo estrellado, se iluminó justo cuando nació el niño.
No contenta con esto, el hada fue a buscar un cascabel y un palito y con su nuevos poderes mágicos
los convirtió en un juguete para el niño: su primer sonajero. Este nuevo juguete sirvió a María para entretener al niño, cuando el pequeño Jesús lo agitaba, salían miles de estrellas. Y con ayuda de los
demás seres mágicos, adornaron todos los pinos del lugar con guirnaldas y bolitas de colores.
Así pues, todos los seres mágicos y no mágicos, adoraron al niño, le dieron sus regalos, y bautizaron a aquella niña con tanta voluntad, como el Hada de la Navidad. Ella es la que se mete en el sueño de los niños, regalándoles dulces cuentos, y la que cuida y protege a todos los niños del mundo.
Es la protectora y la que, convertida en estrella, guía todos los años, a los Reyes Magos,
casa por casa, donde hay niños.
Autora: Miren Sagrario Vidondo Pérez.
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