Si la nieve es agua congelada por qué es blanca y no transparente como el hielo.
La ciencia tiene la respuesta.
La nieve está formada por copos, que son cristales de agua congelada alrededor de
una mota de polvo. Tienen forma de estrella de seis brazos y cada uno está
formado por alrededor de un quintillón de moléculas. Se forman en nubes saturadas
de gotas de agua cuya temperatura desciende hasta los -12ºC. A medida que los
copos se van agregando entre ellos, queda atrapado aire. Es ese aire el que da el
color blanco a la nieve.
Ese aire dispersa la luz, es decir, la absorbe y a continuación emite en todas las
direcciones como si fueran bolas de billar. La luz es blanca porque es la suma
de todos los colores del arco iris: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta.
El aire está compuesto de moléculas de oxígeno, nitrógeno y gases nobles y
también de partículas en suspensión, como polvo, gotas y cristales de agua y sal.
Cada uno de los elementos que conforman el aire dispersan la luz en un color en
concreto, según sus particularidades. Es decir, cada uno tiene preferencia por algún
color de los que componen la luz que incide sobre ellos y lo separa de los demás.
Por ejemplo, el nitrógeno y el oxígeno dispersan más el color azul y violeta, que emiten
en todas las direcciones, mientras que dejan pasar el restos de los colores en
línea recta. Nosotros vemos los rayos azules disparados en todas las direcciones.
Sin embargo, el aire encerrado en un hueco tan pequeño como es el que queda entre
los copos de nieve es distinto al que produce el cielo azul. En esas condiciones
de reclusión los colores también se dispersan pero el ojo humano no puede apreciar
la selección cromática de los distintos elementos. Vemos la luz mezclada de nuevo,
es decir, blanca.
Este mismo efecto se produce por ejemplo, con el pelo de los osos polares.
Su manto no es níveo, sino transparente. Es el aire atrapado entre los pelos el que
le da el color blanco al difundir la luz igual que en la nieve.
Ese mismo aire que dota de color blanco a la nieve le confiere otra de sus
características: el efecto relajante. Los que vivimos en la ciudad notamos con especial intensidad la calma que trae consigo la nieve.
El ambiente de la urbe se vuelve silencioso.
No es porque los coches vayan más despacio o haya menos gente paseando.
Lo que ocurre es que la nieve amortigua el sonido. Al aire que alojan los copos en
su interior se suma el que queda atrapado en la nieve cuajada, que esconde
abundantes cavidades que esconden mucho más aire todavía.
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