Siempre le ponemos la oreja a las opiniones ajenas sobre nuestra vida. Incluso, a veces las consideramos más que a nuestro propio punto de vista. Una palabra alentadora, nos exulta. Una crítica, nos deprime. ¿Cómo protegernos para no ser víctimas del juicio de los otros? ¿Cómo aprender a valorar nuestra propia impresión sobre las cosas que hacemos? A María O. la habían criado para agradarle a todo el mundo, para ser aprobada, querida, deseada, hasta envidiada. Pero de tanto sostener ese modelo y modificarlo cada vez que era reprobada, ya no sabía bien quién quería ser realmente. Era igual al modelo perfecto que le habían enseñado, pero ¿era ella realmente esa chica? Y lo peor era que, en su entorno, cada vez que su verdadero yo aparecía, lo criticaban. Perdida una tarde en una librería, hojeando uno de esos libros de autoayuda que siempre le recomendaron no leer -porque estaban hechos para los que no sabían pensar por sí mismos- María O. leyó algunos consejos para sacudir su autoestima dormida y animarse a ir por ella: - La diversidad del ser humano, existe. Hay otro tipo de personas, no hay un solo modelo aprobado. Todos valen. - Ayuda a ser feliz rodearse de personas que no nos exijan seguir un patrón de conducta, que nos acepten y valoren por lo que somos, aún con nuestros errores. - La crítica no siempre es una voz contra nosotros. Es más, muchas veces habla más de quien la dice, que de a quien apunta. - Podemos no gustarles a los otros, lo que no podemos es no gustarnos a nosotros mismos. ¿Qué importancia le das a la opinión de los otros sobre tu vida? ¿Qué hacés con las críticas?
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