Cuando el príncipe azul o la mujer diez empiezan a ser impuntuales, perezosos, algo vulgares o, simplemente, personas normales, con sus luces y sus sombras, sus virtudes y sus limitaciones, las mariposas en el estómago no son tan frecuentes. La realidad ha hecho acto de presencia. Pero no tiene por qué ser el fin de la película. Tras esa fase de enamoramiento, la pareja puede continuar y disfrutar del amor romántico. Es decir, un amor que incluye deseo, el sentimiento de que la otra persona es muy especial, ganas de hacer cosas juntos… Aunque la pareja no podrá vivir, como los primeros meses, sólo de ese amor. “El amor romántico es uno de los pilares de la pareja. Pero también debe haber compañerismo, una visión común del mundo y, muy importante, que las dos personas hayan tomado la decisión de que ya no van a seguir buscando, de que se han comprometido”, considera Luis de Rivera. “Si no se dan también esos tres pilares, el amor romántico se difuminará. El problema es que, desde la década de 1960, se ha extendido la creencia de que el amor romántico es el único criterio que justifica una relación de pareja”. Una creencia amplificada por películas o novelas que hacen del amor apasionado y constante prácticamente el único requisito para mantener una relación de pareja.
“Lo más difícil para una pareja es pasar de la fase del enamoramiento a la del amor –considera Isabel Menéndez–. El enamoramiento es muy demandante e infantil, y el amor es generoso y gratificante, mucho más duradero, maduro y placentero. Pero no es aburrido”. Aunque la fase de enamoramiento dé mucho de sí, “te quita otras cosas, porque sólo puedes estar pendiente de tu pareja, y no se puede estar siempre así. Por eso creo que está sobrevalorada.