¡Necesitamos de alguien!
Y es que todo ser humano necesita a alguien a su lado. Que lo escuche, lo comprenda y respete sus sentimientos, alguien lo suficientemente racional que también recíprocamente lo haga, aun cuando se digan verdades que no quieran oírse. Necesita de alguien que en este mundo tan frívolo, crea, sea justo, leal y consciente de una interrelación verdadera que lo haga ver el resto de su vida más simple y hermosa.
Convivir es ir más allá de la individualidad como ser humano, es percibirlo y aceptarlo como una muestra de expresión de la humanidad de la cual somos integrantes, es valorar la esencia de la naturaleza humana con sus limitaciones y flaquezas, es amar al ser humano tal como es, es amarse uno mismo espiritualmente como ser humano que es…
Siempre existe un mañana y siempre tenemos la oportunidad para pensar y hacer las cosas bien, debemos primero pensar para después actuar, pero ese mañana debe ser hoy por si llegamos a equivocarnos en el tiempo. Un presente que por lo fugaz, casi no lo vemos y nos apresura muchas veces a tomar decisiones que no dan pie con bola, desviando nuestra atención a darle rienda suelta a las flaquezas que como seres humanos tenemos y no darnos cuenta que el mañana no es seguro y que los años van cayendo sin darnos cuenta y entonces; lamentarnos el resto de la existencia de que no valoramos y tuvimos el tiempo necesario para reconocer las virtudes y errores, propios y ajenos.
Para ello debe existir en el corazón de cada ser el sentimiento más altruista que nos hace amarnos (“los unos a los otros”): el amor. Base del accionar y trascendencia de la vida, que no debiera ser una tarea muy difícil ya que nos acompaña desde el momento del engendramiento, hasta el fin de nuestros días. El amor muchas definiciones tiene, pero ante todo es mutuo entendimiento y compañerismo y, proporciona grandes satisfacciones entre los seres de buena voluntad, de espíritu y alma pura, que logran elevarse al saber pensar y aplicar esos Pensamientos con las directrices que le dicta la razón.
Convivir es tenerse confianza mutuamente, tener libertad para expresarse, manifestando lo que se piensa sin herir, es respetar los puntos de vista para disfrutar de los acuerdos y aceptar los desacuerdos. Es tener la oportunidad de conocer sus más hondos sentimientos: alegrías y tristezas, esperanzas, anhelos, carencias, dolor, sufrimiento. Es explorar el caparazón de carne y hueso para descubrir un corazón sensible y tierno, sediento de alguien que con respetuosa compasión comprenda hasta la desarmonía que a veces se vive producto de la inconsciencia y la ignorancia.
Convivir es descubrir la grandeza de la verdadera identidad que se tiene como ser humano, por encima de cualquier mezquindad, apreciando lo infinito de la mente como expresión única e irrepetible de la existencia. Es darse la oportunidad para comunicarse, dejándose oír con profundo interés y escuchando con el mayor respeto, en una interrelación abierta, en un espacio donde se sienta la confianza total que permita descubrir la verdad interior de cada quien para exponer los puntos de vista racionalmente, que permitan descubrir la verdad interior sin prejuicios y con el conocimiento pleno del poder limitado que se tiene como ser humano.
Es convivir al unísono por el simple hecho de estar juntos, espontáneamente y sin obligaciones impuestas, para disfrutar la fortuna de tener a alguien con quien compartir voluntaria y activamente la necesidad de todo individuo de desarrollo personal. Es creer, apoyarse, animase y confiar para compartir el presente, disfrutando el privilegio de ser tal cual como se es, sin pedir el reconocimiento del otro.
Convivir como seres humanos que somos, es ser lo suficientemente humilde para agradecerle a la vida el prodigio mismo de la existencia, de tal manera que cuando esa convivencia se hubiere interrumpido, hay que preparar el terreno milagrosamente para tener la bendición de un reencuentro intenso y profundo como la primera vez, cuando se dijo que “en el camino se arreglan las cargas”…
Convivir también es, establecer tus propias fronteras en tus derechos personales, cumpliendo tus deberes para no dejar que el otro traspase esos límites, con la confianza mutua y sin miedo a que se afecte la relación. Vivir sin convivir es estar sólo, sentirse vacío, ser un inútil… Al no poder germinar la semilla que se encuentra dormida en el interior de cada ser.