Te regalo una noche de esas en la que los momentos pasan como películas viejas en la memoria, de esas inolvidables, de esas noches en que sin quererlo somos cómplices de un deseo.
De esas noches especiales, tuyas y mías, de nadie más... interminables, dulces, apasionadas... diciendo nada o tal vez mucho o escondiendo el resto.
Te regalo un espacio en lo profundo de aquel sueño que no logro concebir, del que te haces el dueño, como si sólo tu nombre existiera en el universo, sólo polvo y sonido en lo profundo de la noche.
Te regalo una noche en la que no limito tus sueños, ni tus deseos, ni tus caprichos, ni nada, en la que hagas todo lo que deseas y me lo digas, como si las palabras fueran hojas en otoño.
Cada palabra, cada deseo se quedará conmigo, será un secreto eterno, tal vez de una tontería, pero será al fin de todo... sólo nuestro.
Te regalo una noche eterna, con luna llena donde veas tu sonrisa picara reflejada en ella siendo la única testigo muda de este juego.
Y sólo pensar que... cuando el día aparece, el sol quema lo que quedó de anoche, barre el viento las cenizas de esos deseos, vuelve todo a la realidad, como la calma después de la tormenta.
Y después, cada noche, la misma historia, el huracán de las ideas se arremolina con fuerza, algunas noches más que otras, pero siempre ahí, con ese silencio ruidoso, como el esclavo que ansia salir de la celda.