Pequeño corazón, en tí reside,
cerrado cáliz, todo el pan de vida.
Te elongas y contraes a medida
que tu reloj de arena otorga o pide.
Arca vivaz donde el amor decide
por cuál ojo trasluce la salida:
si de pena, la ojera se intimida;
si de gozo, la niña se desmide.
Vaso de sed con su caudal bermejo,
un sanedrín del litigar complejo,
pedernal de la flor, oculto abrigo.
Estadio de la fe, nunca mazmorra,
en el soplo crucial de la modorra,
cuando calle tu voz, me iré contigo.
©Luis Ricardo Furlan
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