
Amamos lo que amamos, con sus aristas y sus secretos, con los ojos bien abiertos, sin ceguera que nos deslumbre ni excusa que nos alivie. Así amamos.
A él, a ella. A los padres. A algunos amigos. A nosotras mismas (¡deberíamos!). Ciertos lugares, ciertos paisajes de tu corazón. Pero, sobre todo, amamos así, a pesar de todo y por encima de todo, a los hijos. A ellos los amaremos siempre, aunque duelan.


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