Tú eras el huracán y yo la alta torre que desafía su poder: ¡tenías que estrellarte o que abatirme! ¡No podía ser! Tú eras el océano y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén: ¡tenías que romperte o que arrancarme! ¡No podía ser! Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados uno a arrollar, el otro a no ceder: la senda estrecha, inevitable el choque... ¡No podía ser! Gustavo Adolfo Bécquer