El Fantasma
Blancas y finas, y en el manto apenas visibles, y con aire de azucenas, las manos que no rompen mis cadenas. Azules y con oro enarenados, como las noches limpias de nublados, los ojos, que contemplan mis pecados. Como albo pecho de paloma el cuello, y como crin de sol barba y cabello, y como plata el pie descalzo y bello. Dulce y triste la faz, la veste zarca... Asi, del mal sobre la inmensa charca, Jesus vino a mi uncion, como a la barca, y abrillanto a mi espiritu la cumbre con fugaz cuanto rica certidumbre, como con tintas de refleja lumbre. Y suele retornar, y me reintegra la fe que salva y la ilusion que alegra, y un relampago enciende mi alma negra.
Salvador Diaz Miron
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