EL MERODEADOR DE CEMENTERIOS
Fue en una noche oscura y gris,
cuando el viejo Raúl decidió dar
sepultura a aquel joven, muerto en extrañas circunstancias.
El frío era cada vez mas intenso, y la niebla se adueñaba
del pequeño cementerio del norte de Portugal.
- una lástima lo de este chico eh Raúl,
tan joven y nadie que de cuenta de él,
pero bueno así es la vida,
entiérralo mañana a primera hora y asunto concluido,
ya ha estado en la morgue dos semanas y tengo otros clientes esperando, jajaja...
- La voz de Lucas, el dueño de la funeraria,
se podía escuchar a cien millas a la redonda,
mientras comía ansiosamente un bocadillo de jamón y queso
llenando su camisa de migas
y poniendo todo el suelo de la pequeña oficina perdido.
Y, efectivamente, así era,
nadie había dado cuenta del joven cadá ver. Incluso,
el gordo se había molestado en poner anuncios en la prensa local sin éxito, mientras
degustaba un buen par de bocadillos de jamón y queso.
Al escuchar las palabras de Lucas,
el viejo Raúl recordó que los martes
a primera hora tenía partida de dominó con sus amigos de la Fundación,
y desde luego, por nada del mundo se iba a perder lo que, para él,
era su única satisfacción en esta vida, además,
su viejo amigo Pedro le debía una alta suma de dinero y,
por fin, este jueves iba a saldar su cuenta pendiente.
Así fue como nuestro amigo Raúl se las ingenió para desobedecer
la orden de su corpulento jefe, llamaría a su viejo amigo Pedro y entre los dos,
enterrarían a ese pobre muchacho muerto en extrañas circunstancias.
Por fin, llegó la noche y los dos viejos
se dispusieron a hacer aquel trabajo lo más rápido posible,
no sin antes saborear una buena botella de vino tinto.
Mientras Raúl tiraba tierra sobre el ataúd, creyó escuchar
el sonido leve de algo que se movía debajo de la tierra, un ruido seco,
como el de unas uñas arañando madera.
- ¿has oído eso viejo?, dijo Raúl.
- ¿he oído el qué? contestó Pedro.
-¿no lo has oído?
- ¿no he oído nada, y si lo que quieres es asustarme,
lo estas consiguiendo, así que coge la pala y acabemos con esto de una vez
- Raúl siguió su trabajo pensando que, quizás se había excedido con el vino,
y pensó que, la poca costumbre de trabajar de noche le habría jugado una mala pasada.
A los cinco minutos, los ruidos se hicieron mas fuertes,
y, esta vez, Pedro también los escuchó.
- vámonos de aquí, no me gusta nada esto viejo.