He enterrado mi corazón en las profundidades del abismo
cual boca de lobo: de profunda e insondable lobreguez.
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De vez en cuando desciendo a buscarlo porque me gusta
contemplar su cadáver.
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Las cenizas de mi corazón,
cuando en el abismo son arrastradas por los vientos alisios
se convierten en luciérnagas.
d.a.