Perdóname señor por este intenso
motivo de sentirla en lo apremiante
por olvidar al mundo si la pienso
por evocar su nombre a cada instante.
Por duplicar mí empeño en la constancia
insana de un fervor en mis visiones
por abrazar tenaz la exorbitancia
de un hecho que me envuelve en obsesiones.
Perdóname señor porque rebaso
lo humano tras lo suyo que codicio
porque no solo bebo, muerdo el vaso
atado a su epidermis como un vicio.
Por apartar la paz en la costumbre
normal de una ilusión bien definida
por no seguir la suave mansedumbre
que ajusta la razón a la medida.
Al cauce que cincela el pragmatismo
en una identidad y un panorama
al molde que delinea el conformismo
ajeno del delirio y de la llama.
Perdóname señor éste delito
de amarla en mi temblores y en mi furia
y en esta conmoción donde me agito
lanzando el corazón a la lujuria.
Ernesto Cárdenas.