APRENDIÉNDOSE A QUERER
Un día te despiertas
- y con algo de cautela -
comienzas a quitarte
los insultos de encima,
como trozos de corteza.
Te vas quitando la ansiedad
como finas gasas de seda.
Te arrancas el menosprecio
que se fue incrustando en tus venas.
Te enfrentas al espejo
como si fuera la vez primera.
Vistes tu cuerpo con capas de ternura
y perdonas.
No queda tiempo
para arrojar piedras.
Silvia Cuevas .