Ojos que nunca me veis, por recelo o por decoro, ojos de esmeralda y oro, fuerza es que me contempléis; quiero que me consoléis hermosos ojos que adoro; ¡estoy triste y os imploro puesta en tierra la rodilla! ¡Piedad para el que se humilla, ojos de esmeralda y oro! Ojos en que reverbera la estrella crepuscular, ojos verdes como el mar, como el mar por la ribera, ojos de lumbre hechicera que ignoráis lo que es llorar, ¡glorificad mi penar! ¡No me desoléis así! ¡Tened compasión de mí! ¡Ojos verdes como el mar! Ojos cuyo amor anhelo porque alegra cuanto alcanza, ojos color de esperanza, con lejanías de cielo: ojos que a través del velo radian bienaventuranza, mi alma a vosotros se lanza en alas de la embriaguez, miradme una sola vez, ojos color de esperanza. Cese ya vuestro desvío, ojos que me dais congojas; ojos con aspecto de hojas empapadas de rocío. Húmedo esplendor de río que por esquivo me enojas. Luz que la del sol sonrojas y cuyos toques son besos, derrámate en mí por esos ojos con aspecto de hojas. Autor: Salvador Díaz Mirón
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