Zumbido ensordecedor
Este maldito zumbido se cuela por la soledad,
hace estragos en playas doradas de melancolía,
torbellinos en noches oscuras de telarañas y cuervos,
hiel en el sabor de besos.
Así, soplando la aurora sin estrellas,
el camino delicioso de antaño,
cuando eran verdes los prados,
y el maíz florecía a destiempo.
Desnudos,
cuando las olas azules refrescaban el alma,
y las alas nos llevaban donde quisiéramos,
cruzando manantiales y océanos,
cantando la ópera del tiempo
en la bóveda de la Malcontenta,
o tal vez amarrados con la piel de la ilusión,
con el mármol blanco revistiendo los cuerpos,
y paredes decoradas con arcángeles de amor.
Este maldito zumbido gris y frío nos arropa,
nos desquicia,
no permite escuchar tu grito
ni el mío.
Carmen Amaralis Vega Olivencia