El frío trae viejos recuerdos alusivos,
momentos de amor enardecido,
así como las hojas de un árbol desnudo
caen al suelo con sus historias.
Historias de alegre convivencia,
de cuando estabas como el rocío en las corolas,
noches de controversias
socavando horizontes con tu ausencia
y entre tus alas taciturnas
en un corto viaje abrías los crepúsculos
como una mariposa de fuego.
Tú y yo, cuerpos de vestigios,
acariciándonos la piel despojada de atuendos.
despertábamos entre suspiros y desgarros
con trinar de pájaros que dormían en tus nidos.
Aún huelo la distancia del longevo camino,
los aromos de tu pelo desprendidos.
Azabache de larga cabellera,
es mi paso obcecado que regresa
a rozar los arrullos de tu huella
y ni el frio detiene la marcha,
me siento un pájaro que libre regresa a su destino.
Sobre tu cabeza cantan los grillos,
y te oigo desde lejos taconear la sutil suela.
Mi palabra no te alcanza lejana briza,
claridad de lámpara dio el leño de tus pinos
engrosados de ardiente trementina
como si mi boca fuera esclava tuya
y fueses un volcán de lava
donde la palabra se parte elástica,
reconocer tu voz de sirena y andar de centaura.
Me legaste con tus sueños un campo de rosas
y con el madero maleable de tus castañas
labré con tu cintura mi guitarra
y al rasgar tronó hasta la espuma excesiva
en aquel mar de besos desmedidos.
Guardé los momentos en una copa de vino
y quietas estaciones maduraron el fruto de tu cosecha.
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