Doña ardilla corría desesperada
buscando el suculento alimento,
en los bolsillos de sus mejillas
almacenaba lo que podía y compartía
uvas secas, avellanas, saltamontes,
bayas, hongos y hasta grillos,
don ocote atento le brindaba
sus deliciosas piñas.
El árbol milenario la miraba de soslayo
¡Oh! Bribona tú me comes todo el año,
bondadoso, de corazón te brindo lo que soy
Negrilla ardilla le tejió una gorra agradecida.
Cada instante bendecía la vida
hibernaba en el estío serenamente
a pierna suelta roía a gusto el sustento
que su amigo el árbol le brindaba contento.
Satisfecha admiraba al benévolo milenario
quien brinda cobijo a los demás seres vivos,
arrulla el silencio que trina en el amanecer del tiempo
¡bendita sea la vida, bendito el mortal qué comparte
lo poco o mucho que posee!
Autora: Ma. Gloria Carreón Zapata.