Imagina que un día tu cónyuge entra a la cocina y te dice: “Cariño, voy a la ferretería. Dios me dijo que construyera un arca”.
Imagina el día en que Zéfora cocinaba sobre una fogata y Moisés regresó de deambular por la naturaleza. “Mira, hoy estaba con las ovejas cuando vi una zarza ardiente”, le cuenta. “Así que, empaquemos todo y vayamos con los niños a Egipto para yo poder liberar a los hebreos de la esclavitud”.
“¡Seguro que sí, Moisés! Ahora lávate las manos para cenar”.
Han pasado miles de años, así que es fácil creer que Dios realmente les habló a los personajes famosos de la Biblia y les dio instrucciones paso a paso en cada evento de la historia antigua. No cuestionamos que ellos hayan escuchado la voz de Dios.
Pero si alguien hoy día asegura que ha escuchado la voz de Dios, le encerrarían o sería objeto de burlas. Hay innumerables noticias de personas que han jurado que Dios les dijo que llevaran a cabo alguna proeza ridícula o incluso algún crimen atroz.
Así que puede que nos sintamos incómodos al decirles a nuestros amigos que somos guiados por la voz de Dios; aún en estos días en que son abundantes las historias sobre ángeles y visiones en momentos cercanos a la muerte. Es probable que dudemos acerca de nuestra propia experiencia con Dios.
¿Cómo sabemos que de veras se trata de Dios?
Mahatma Gandhi dijo: “Dios nos habla todos los días, sólo que no sabemos cómo escuchar”.
¡En la Biblia parece tan fácil! Moisés tenía su zarza ardiente. Adán y Eva se encontraron con Dios paseando por el Jardín del Edén en un fresco atardecer. Isaías tenía visiones, y Samuel escuchó a que Dios lo llamaba por las noches. Pablo se quedó ciego de repente y escuchó una voz que venía de los cielos.
Jesús enseñó que Dios está siempre presente en nosotros. Evidentemente, las descripciones vívidas de la Biblia sobre la voz de Dios representan la intuición. Quizás Moisés, Pablo y los demás también tuvieron experiencias místicas dramáticas, pero ciertamente tenían una sabiduría interna, una voz interior.
¡Pero tantas voces interiores reclaman nuestra atención! ¿Cómo sabemos cuál es Dios y cuáles son las viejas grabaciones? ¿Miedo? ¿Ego? ¿Rabia? ¿El niño solitario?
En su libro Construye tu campo de sueños, Mary Manin Morrisey dice que podemos aprender a reconocer la voz de Dios igual que reconocemos la voz de un amigo en el teléfono cuando dice su primer “hola”.
¡No puedes escapar de ella!
Algunas personas son capaces de comenzar desde este punto. Sus vidas son dirigidas por una profunda sabiduría interior y la comunión con Dios, y confían en ella por completo.
Otros experimentan más dudas y luchas, cuestionándose si de verdad van por el camino adecuado, o si han escuchado a Dios correctamente. Aún no sienten que la resonancia de la voz de Dios sea distinta a las demás voces.
Sin embargo, hay buenas noticias: Dios no rinde. Si tu destino es que lleves a cabo alguna idea divina, no podrás ignorarla.
Para mí, Dios no sólo susurra dentro de mí; si se supone que yo reciba un mensaje, comienzo a verlo y a escucharlo en todas partes: libros, sermones, programas de televisión y conversaciones con amistades.
Nunca he visto una zarza ardiente, pero creo que Dios también se comunica a través de la naturaleza. He sentido gran consuelo al observar amaneceres y gran agitación durante tormentas eléctricas. ¿Y quién no siente esperanza al ver un arcoíris?
No podemos escapar de las instrucciones divinas. Podemos ignorarlas, reírnos de ellas o reñir con ellas, quizás durante años. Pero yo creo que Dios nos da empujoncitos hasta que construyamos el arca o saquemos a esos esclavos de Egipto.
Al final, nuestra única opción es creer. La voz de Dios quizás nos hable en un jardín, nos relampaguee en lo alto de una montaña, nos llame por la noche o nos susurre desde adentro.
Pero Dios no se va a ir. Y escuchar la voz es inútil, a menos que le prestemos atención, confiemos en ella y prosigamos con fe.
Ellen Debenport
(almaalada.com)