Vacío,
en la soleada tarde
de un olvidado invierno
con fuego en las nubes.
Inmóvil,
sin atreverme a hablar
a una perdida gota de lluvia.
Sin palabras,
mendigando certidumbres
escondidas en la soledad
de cervunas piedras.
Llorando,
a la hora de marchar
con los pies desnudos
por caminos de llagas y sombra.
Derrotado,
ante las cerradas puertas del cielo
con mi propia soledad gramosa.
Así,
vacío, llorando, derrotado, inmóvil y sin palabras
hacia el crepúsculo prohibido
sin fe, sin esperanza...
Francisco Javier Illán Vivas