Nos hemos encandilado con el espejismo de que sólo avanzar, crecer o progresar son sinónimos de éxito, y en este contexto nos parece doloroso detenernos para evaluar lo realizado, para verificar el camino ya recorrido.
Si después de cada acción ejecutada, de cada tramo del camino, nos detuviéramos y rindiéramos cuenta del viaje, nos podríamos percatar de que hemos cometido algunas equivocaciones, que nos duelen mucho, y que son los costos que tenemos que pagar por las malas decisiones. Al igual que el explorador consulta frecuentemente una brújula, establece la ruta en el mapa y verifica constantemente su posición para poder llegar a su destino, un líder debe tener "súper-visión", y de manera certera seguir el hábito de consultar constantemente su brújula (que para él es su misión), y evaluar si las estrategias y acciones elegidas son las adecuadas. A nadie le gustaría hacer un largo recorrido para que al final llegara al lugar equivocado.
Desandar el camino, aun cuando el tiempo transcurrido es irrecuperable, resulta un proceso doloroso, pero es la única forma de aprender de nuestros errores. Si esto es tan duro, ¿por qué no creamos el hábito diario de detenernos? Por supuesto que esta acción, por sí sola, no nos asegura el éxito, pero sí nos permite ver si vamos por el buen camino. Imagine que es usted el protagonista de su propia obra y que ha estado actuando durante mucho tiempo. Sálgase momentáneamente del escenario y conviértase en espectador, ubíquese en una butaca y evalúe la calidad de la obra, del actor y de los mensajes. Si con toda honestidad cree merecerlo apláudase, y si nota fallas, reflexione profundamente sobre cómo corregirlas.
No espere a que lo obliguen a retirarse del escenario; si nota que tiene agotamiento excesivo, síntoma muy importante de que el sistema de alarma de nuestro cuerpo está sonando y avisando que estamos muy propensos a cometer errores, ha llegado el momento de retirarse y recargar energías. Hágalo en la medida en que se lo permitan sus posibilidades, pero hágalo. El exceso de actividades, no tener tiempo para nada, el ansiolismo (situación neurótica en donde queremos estar y no estar y hacemos mil cosas sin sentido, pero con prisa viviendo anticipadamente el desastre) son indicadores de que hay que retirarse a reflexionar, a buscar el rumbo con nuestra brújula para ubicamos en nuestra misión en la vida.
Vuelva para renovarse y recárguese emocionalmente; la vida requiere no sólo de recursos económicos, también del capital emocional para tener la vitalidad, el esfuerzo y el entusiasmo que exige toda realización digna y de calidad. Recurra a lecturas inspiradoras y positivas que lo saquen del escenario y le permitan descansar. Escuche buena música, reflexione en la soledad, haga oración y acérquese a Dios; le dará seguridad y certeza para planear el futuro inmediato. Recuerde que la seguridad económica no está en el dinero que poseamos, sino en nuestra capacidad de producir riqueza a través del pensamiento creativo y del esfuerzo constante. La seguridad debe estar en nosotros mismos.
Retirarse, renovarse y regresar debe ser un hábito permanente que asegura el camino correcto.
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