La necedad
No es posible imaginar
que caiga nieve en la selva
ni que llueva en el desierto
ni que se alabe a un tonto.
La maldición sin motivo
jamás surte efecto;
es como un ave sin rumbo.
Para el caballo, el látigo;
para el burro, el freno;
para el necio, el garrote.
No te pongas al nivel del necio,
o resultará que el necio eres tú.
Pon al tonto en su lugar,
para que no se crea muy sabio.
Enviar como mensajero a un tonto
da lo mismo que no enviar a nadie.
Dime de qué sirve
que el tonto diga proverbios,
y te diré de qué sirve
una carreta sin bueyes.
Dime de qué sirve
alabar al tonto,
y te diré de qué sirve
un arco sin flechas.
Un proverbio en labios de un tonto
es lo mismo que un cuchillo
en manos de un borracho.
Tan peligroso es que lances
piedras al aire,
como que a un tonto
le des trabajo en tu casa.
El perro vuelve a su vómito,
y el necio insiste en su necedad.
Más puede esperarse
de quien reconoce que es tonto,
que de un tonto que se cree muy sabio.