Fiesta
Durante años se intentó crear la conciencia que la espiritualidad era sinónimo de seriedad. Parecía que cuanto menos sonriera un cristiano, mas espiritual era. Las fiestas y la risa eran prohibidas, ¡como se iba a desperdiciar el tiempo en cosas tan banales! Todo lo relacionado con el placer quedaba perimido y generaciones enteras crecieron pensando que la diversión o el sexo en el matrimonio era algo sucio o impropio de hacer.
En estos tiempos post modernos, parece que nos pasamos de rosca. Lejos de aquella rigidez sombría, hoy la diversión está a la orden del día. Es un condimento indispensable en todo encuentro y si no se incorpora, el proyecto fracasa por aburrido. Esta tendencia también está muy influenciada por los medios de comunicación, y por el entorno social. Hoy parece que solo se divierten quienes se emborrachan, están con varias mujeres o varios hombres a la vez o tienen lujosos autos. Y lo peligroso es que esta cultura está dentro de la iglesia.
Como el péndulo que oscila de una punta a otra, hoy estamos en la vereda opuesta de aquellos años serios. Por eso es tan actual la mirada de Dios. Con su equilibro y perfección, siempre está en el punto medio. Su criterio divino es a prueba de modas y costumbres. Y les reclama a aquellos judíos lo mismo que nos plantea hoy a nosotros.
Está perfecto divertirse, hacer fiestas, pasarla bien, disfrutar de los amigos y salir. Dios jamás ha prohibido esto. Pero ningún extremo es bueno. Estos hombres hacían fiesta pero la obra de Dios estaba olvidada. Y esto es lo que Dios censura. Habían relegado a Dios ocupándose de sus fiestas, y lo habían olvidado. Cualquier cosa que sea más importante que Dios, es un error. Una fiesta, tus amigos, la facultad, el ocio, la familia, los viajes, el trabajo son importantísimos; pero Dios debe ser quien ocupe el primer lugar en la vida.
Se puede hacer fiesta pero mirando la obra de Dios, y con equilibrio, disfrutar de ambas cosas. Si analizas tus últimos meses ¿a que le diste la prioridad en tu vida? No le des a Dios las sobras de tu fiesta, que Él sea la fiesta de tu vida.
REFLEXIÓN — Dios, el equilibrio perfecto.
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