Ningún acto de bondad, por pequeño que sea, será una pérdida de tiempo. Es en estos gestos cargados de afecto y reconocimiento donde se encierra la auténtica sabiduría, esa que beneficia a nuestro cerebro y que nos conecta con los demás de la forma más íntegra y noble posible.
La bondad es para estos expertos en emociones humanas un instinto heredado que enseñó a nuestros
antepasados a que en un medio hostil no sobrevive el más fuerte, sino el que dispone de una mejor red de apoyo.
De ahí, que las emociones “se contagien”, y que nuestras neuronas espejo nos permitan identificar el miedo en
otra persona para anticipar así un riesgo o que entendamos que prestar ayuda es un modo de invertir en
nosotros mismos, para que en el futuro, también seamos ayudados en instantes de necesidad.
No claudiques en tu intento, siembra semillas de bondad en cada uno de tus actos. Porque aunque los demás no los perciban, tu mente mente estará siempre en sintonía con tu corazón.
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