Sabiduria oriental
Un maestro en la china hace mucho tiempo contaba siempre una parábola al finalizar
cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma.
¡Maestro! – lo encaro uno de ellos una tarde – Tu nos cuentas los cuentos pero
no nos explicas su significado.
Pido perdón por eso.
se disculpo el maestro
Permíteme que en señal de reparación te convide con un rico durazno.
¡Gracias maestro!
respondió halagado el discípulo.
Quisiera, para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo; ¿me permites?
Si, muchas gracias.
Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos
para que te sea más cómodo ?
¡Me encantaría!, pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro.
No es un abuso si yo te lo ofrezco, solo deseo complacerte.
Después de cortarlo en pedazos, el maestro continuó:
Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo.
¡No maestro!, no me gustaría que hicieras eso.
se quejo sorprendido el discípulo.
El maestro hizo una pausa y dijo:
Si yo les explicara el sentido de cada enseñanza…
seria como darles a comer una fruta masticada.