La vida, en ocasiones, nos obliga a hacer más de una renuncia. Y lo hacemos porque hay aspectos
que nos compensan,
porque en esa balanza equilibrada sigue estando parte de aquello que te hace feliz.
No obstante, no siempre ocurre de esta forma. La balanza no siempre se mantiene
en su punto de sutil equilibrio donde
todos ganan y nadie pierde. Es común, que en las relaciones de pareja,
alguno de los dos embargue su felicidad por el bien del otro.
Podemos renunciar a lo bueno para lograr lo grandioso, puedes cerrar una ventana
sabiendo que hay otra puerta;
pero nunca lo des todo a cambio de nada, y aún menos renuncies a todo aquello que te hace feliz
como quien salta al vacío de un abismo.
a la hora de convivir, todos necesitamos de esa reciprocidad tan necesaria
donde cada esfuerzo valga la pena, donde cada renuncia se vea compensada por otros aspectos.
Donde la felicidad
sea compartida y no limitada, absorbida por una de las partes.
No te merece quien te desprende del bienestar
Quien además llega a permitir que te desprendas de
aquello que te arranca sonrisas, placeres y bienestares
, no te merece. Tú no eres sólo lo que se ve, no eres un físico,
una presencia y una voz que rompe el silencio.
Tú eres tus paseos de las tardes, eres tus lecturas
antes de dormir, y tus escapadas imprevistas para estar
sola/a. Eres tus mañanas en la playa y tu café con los amigos.
Eres tu trabajo, tus ideales, tus películas en v
ersión original y una siesta por la tarde con tu perro…
¿Qué te queda si te quitan todo ello?
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