Conozco a mucha gente y conozco los secretos de muchos. Estoy cada vez más persuadido de que no existen dos hombres idénticos.
Cada hombre es un mundo aparte; vive, piensa, siente y reacciona a partir de su mundo, cuyo centro profundo me resulta siempre extraño.
Por eso entre los hombres se crean, casi necesariamente, roturas, fricciones e incomprensiones.
Solamente si comprendo que el otro es «otro», y si estoy dispuesto a perdonar será posible «vivir juntos». De otra suerte la vida se convertirá en un recíproco asedio y viviré día tras día en guerra, caliente o fría.
Hay ocasiones excelentes, excepcionales, para desterrar los litigios. Dado el primer paso, el más difícil, el resto será una «fiesta». ¡El perdón! ¡El regalo más hermoso!