Si nunca rompes un racimo de uva en el lagar, nunca tendrás un vaso de vino sobre tu mesa.
Si nunca te arriesgas a perder, nunca te das la oportunidad de ganar.
Si nunca afrontas la pena de partir, nunca conocerás la alegría del regreso.
Si nunca sufres muriéndote en la siembra, nunca te gozarás renacido en la cosecha.
Si nunca te dueles bajo el peso de tu culpa, nunca saborearás el alivio del perdón.
Si nunca mueles los granos de tu trigo, nunca conocerás el sabor del pan.
Si nunca afrontas el miedo de dejar de ser como eres, nunca descubrirás la alegría de ser como puedes ser.
Si nunca estás dispuesto a dejar todo lo que tienes, nunca sentirás que lo tienes libremente.
Si nunca estás dispuesto a morir por una causa, nunca sabrás para qué vives.
Si nunca encaras tu pena y dejas de reír para llorar, nunca conocerás la dicha del que deja de llorar para reír.
Si nunca te arriesgas a cruzar el río, nunca sabrás lo que te aguarda en la otra orilla…
Si nunca entregas tu amor a un animal, nunca conocerás la mirada feliz,
amorosa y expectante, que te aguarda cuando llegas a tu morada.
Y ten cuidado con tanto si nunca…
porque cuando te des cuenta, te habrás perdido las grandes satisfacciones que la vida nos ofrece.