Así la mayoría vive en un nivel corporal. Alimenta el cuerpo, viste el cuerpo, proporciona “material” al cuerpo.
¿Nutres tu mente? ¿La notas siquiera? ¿La mantienes sana o la perjudicas? ¿Estás madurando o te estás marchitando? ¿Te estás expandiendo o te estás contrayendo? ¿Está tu alma tan solitaria como tu mente? ¿Está aún más descuidada? ¿Y cuándo fue la última vez que sentiste que se expresaba tu alma? ¿Cuándo fue la última vez que lloraste de felicidad? ¿Escribiste poesía? ¿Compusiste música? ¿Bailaste bajo la lluvia? ¿Horneaste un pastel? ¿Pintaste algo? ¿Arreglaste algo que estaba descompuesto? ¿Besaste a un bebé? ¿Sostuviste a un gato junto a tu rostro? ¿Escalaste una colina? ¿Nadaste desnudo? ¿Caminaste al amanecer? ¿Tocaste la armónica? ¿Conversaste hasta romper el día? ¿Hiciste el amor durante horas… en la playa, en el bosque? ¿Comulgaste con la naturaleza? ¿Buscaste a Dios?
¿Cuándo fue la última vez que te sentaste a solas con el silencio, viajando a la parte más profunda de tu ser? ¿Cuándo fue la última vez que saludaste a tu alma?
Cuándo vives como un ser de tres partes, por fin alcanzas un equilibrio contigo mismo. Tus intereses incluyen asuntos del alma: identidad espiritual; propósito de vida; relación con Dios; la senda de evolución; crecimiento espiritual; destino fundamental.
Mientras evolucionas a estados cada vez más altos de conciencia, llevas a la realización plena cada aspecto de tu ser.