No hay nada que temer en la noche.
Si tu corazón se asusta e inquieta cuando el cielo cambia de brillante a oscuro, déjame decirte querido, que no hay nada que temer en la noche.
Porque sólo en ésas horas de oscuridad podemos ver los millones de estrellas que hay.
Si no puedes cerrar los ojos porque sombras raras y extraños ruidos merodean tu sueño, déjame decirte cariño, que no hay nada que temer en la noche.
Sólo pon atención y escucha al viento, él te contará historias de héroes olvidados y hermosas sirenas que habitan en el mar.
O, si está lloviendo, y estruendosos relámpagos sacuden el suelo, déjame decirte dulzura, que no hay nada que temer en la noche.
Sólo es Dios riéndose allá en lo alto, sentado cómodamente sobre esponjosas nubes escuchando las cosas tan graciosas que pueden decir las gotas de lluvia.
Si alguna vez te sientes sólo y triste, déjame decirte querido, que no hay nada que temer en la noche.
Sólo mira por la ventana, y veràs todas ésas lucecitas por toda la ciudad, detrás de cada luz hay un ángel guardián disfrazado, que nos cuida, como enfermeras y doctores, como el panadero y los bomberos, e incluso, ésos escritores que teclean toda la noche para tener los cruciramas listos en los diarios para cuando rompa el alba.
Y, ahora que ya sabes, amor, que la noche sólo guarda hermosos secretos, cuentos fantásticos, ángeles y canciones ocultas, puedes apagar la luz, y deja que la luna te meza toda la noche con sus brillantes brazos, y escuha éste arrullo que acabo de inventar para hacerte sonreir … porque, recuerda, que no hay nada que temer en la noche.