Estamos tan acostumbradas a vivir con nuestra sombra, y todo lo que nos dice en la mente, que llega un punto en el que comenzamos a identificarnos profundamente con lo que dice creyendole todo.
Aceptémoslo, padecemos del síndrome de Estocolmo con nuestra sombra secuestradora.
Convivimos suficientes horas al día con nuestro lado oscuro como para terminar amando el sufrimiento y el drama, como si no hubiera nada diferente en nuestras vidas. Es como si dentro de nosotros se sintonizara una telenovela eterna donde los tópicos principales son: celos, envidia, tristeza, rabia, angustia, preocupación, desilusión, etcétera (si quieres puedes continuar añadiendo palabras a la lista).