"Algunos consideran los sentimientos de los otros como si recién salieran del jardín de infantes. Hasta pueden
comentar lo que hacen con su vida afectiva e íntima con una ligereza que hace que no tengamos más opción
que preguntarnos: ¿Sabrá ese ser que hace con los otros y hacía donde dirige su vida?
Creeremos que solo es banal o un tanto estúpido para salirse con la suya robando apenas un huevo frito. Si,
por supuesto que no gana tanto. Es, si se me permite el término, un perdedor... Porque el pobre está fracasando
metódicamente con lo que no se puede fracasar: Como ser humano.
No sabe ser ecuánime con la distribución de los riegos y los beneficios que al final decantan miserablemente hacia él,
pero no son más que eso que dijimos: Un huevo frito. O dos. Evanescente. Quizás sea un pobre hombre -o mujer-
pero del que debemos de cuidarnos. Porque falla en los procesos dialécticos del pensamiento, en donde se frena
justo antes de donde debiera comenzar a pensar, a reflexionar, de un modo deductivo y ampliado, dialéctico,
qué son los otros y sus almas, sus necesitadas y urgidas almas. Lo más serio es que esto puede suceder al ser humano
promedio sin sufrir ninguna enfermedad mental. Es decir, sabe de su futilidad y aun así la ejerce porque sabe
donde y como no hacerse cargo. Por lo que deja de pensar y trata a los seres y a las almas como si fueran cosas pero,
indeciso, aun así sabe que no lo son y por eso - esto lo creo yo- no se siente más que un pobre diablo. Su gloria,
su impunidad solo dura hasta que sus banales argumentos caigan por la alcantarilla residual de que queda de su nobleza."
Escrito por Gabriel Dancygier.
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