SUEÑOS LÁPIZ Y PAPEL
A Joel le gustaba escuchar música antes de dormir, principalmente clásica. Era difícil para el conciliar el sueño si el silencio se adueñaba de su habitación. Tampoco le agradaba la infiltración de luz por las ventanas por lo que instaló unas gruesas y largas cortinas negras que servían de escudo protector para así facilitar la desconexión con el mundo terrenal.
Requería necesariamente de tres almohadas para sentirse cómodo, una grande y dura para acomodar su cabeza, una mediana para colocarla entre sus piernas y otra pequeña a la cual poder abrazar, desde niño solía llamarlas sus tres nubes blancas debido a que representan su vehículo inicial al mundo de los sueños.
El control de su respiración entraba a continuación como elemento fundamental del proceso de relajación, profundas inhalaciones y exhalaciones, acompañadas de una respiración rítmica, exclusivamente a través de la nariz, solía ser la llave que le daba acceso a las tan deseadas imágenes y vivencias oníricas.
Desde muy joven supo darle el protagonismo que se merecían los sueños en su vida, entendía que la información que emanaba durante sus estados inconscientes resultaba trascendental para comprender de manera más amplia el acomodo de su día a día. Solía desde niño tener lápiz y papel cerca de su cama con el propósito de llevar un registro de los sueños que merecieran ser tomados en cuenta.
Aborrecía tanto las noches infértiles en las que no existía la esperada conexión así como también los sueños repetitivos que no lo llevaban a ningún sitio. Pese a sus esfuerzos, solamente podía registrar uno por semana que valiera la pena, sin embargo, era suficiente para así conformar un elaborado mapa de conexiones que lo motivaban a escribir historias fantásticas que fluían gracias a la materia prima que de él surgía.
El sueño que Joel más disfrutaba, era aquel en el que extendía sus brazos, cerraba los ojos, acariciaba al viento aleteando lentamente con sus manos extendidas, para después, de manera apenas perceptible, lograr elevarse primero unos centímetros sobre el nivel del piso, entonces posteriormente, al abrir los ojos, podía sin miedo mirar hacia abajo, levitando a varios metros de altura gozando una sensación de libertad absoluta, como un ángel con las alas abiertas que surca los aires con autoridad en un firmamento inexplorado.
Como era de esperarse, las pesadillas aparecían ocasionalmente, resultaban de una crudeza tal que no cualquiera podría tolerarlas con la entereza y practicidad con que Joel lo hacía. El entendía que sus escritos se nutrían por la luz y a las sombras que de sus sueños surgían, y más importante aún, le proporcionaban las pistas necesarias para conquistar el acomodo de las piezas de su rompecabezas de vida, siendo el lápiz y papel siempre sus herramientas más poderosas para registrarlo todo.
-Vives en las nubes Joel- decía uno de sus amigos.
-Tienes toda la razón, no existe mejor sitio al cual acudir.
-Pero no puedes desconectarte de tal forma y caminar fantaseando, tienes que poner los pies en la tierra como la mayoría de la gente.
Joel, sentado bajo la sombra de un árbol, miró a su amigo y respondió.
-Como quisiera que pudieras experimentar lo que yo al fusionar sistemáticamente los dos mundos, para así comprender, de manera más profunda tu mapa de vida. En mis registros plasmo las calles empedradas de un pueblo en la montaña bajo la luz de la luna, el sonido de las olas en una tormenta al reventar contra las rocas, la risa de varios niños poniendo todo su fervor en jugar con su perro, hasta incluso conversar con claridad con ese ser querido que ya no está con nosotros, tomando su mano sabiendo que todo estará bien, porque es seguro el reencuentro. El lograr escabullirme dentro de esos escenarios me permite acceder un poco al paraíso, gracias al misticismo de los sueños, un lápiz y un papel.
Iván Alatorre Orozco