Monstruos en la oscuridad
Era la noche de Halloween y como es costumbre, los niños salieron a pedir sus golosinas.
Al llegar a una casa en la que se decía habitaban fantasmas, todos quisieron pasar de largo, bueno, todos menos
tres amiguitos que dándoselas de valientes se atrevieron a golpear.
Luego de esperar unos minutos, ante el asombro de los chicos, la puerta se habrió muy lentamente...
Apareció una anciana, de esas a quienes no se puede adivinar su edad, ya que pareciesen tener todos los años del mundo.
La viejecita los invitó a pasar, ante lo cual los tres amiguitos luego de dudar unos segundos, aceptaron.
Los otros niños huyeron del lugar, mientras la viejecita con mirada triste los observaba con sus ojillos blanqueados
por las cataratas que en ella resultaban realmente escalofriantes.
Luego de adentrarse en la antigua casona, la anciana pidió a los tres amiguitos que se sentaran a la mesa y procedió
a traer unas bandejas llenas de golosinas.
Ella les relató que sus hijos y su esposo habían fallecido algunos años atrás y que desde entonces la gente había
hecho correr el rumor acerca de los fantasmas que allí habitaban, pero que eso no era verdad y que la pena y el
dolor habían hecho de ella una persona solitaria y aislada.
Estaban escuchando el relato de la mujer cuando sus miradas se fijaron en unas sombras que a traves de los
cristales de un ventanal que daba a un patio interior se movían sombras que a la luz tenue de la vela, que estaba
sobre la mesa, semejaban monstruos.
Muy asustados, cogieron presurosos las golosinas y sin siquiera agradecer, salieron de la casa dejando a la
ancianita sola y mucho más triste.
Al día siguiente relataron a sus madres, vecinas entre si, lo ocurrido en la vieja casona. Ellas les reprendieron por
haber entrado, sabiendo las cosas horribles que se decían de aquel lugar, sin embargo, algo las movió a dirigirse a
verificar si la anciana había tenido malas intenciones con sus hijos.
Llamaron insistentemente a la puerta, pero nadie salía a abrir, entonces alarmadas, pidieron permiso en la casa
vecina y pasaron a la propiedad por el patio trasero, donde colgaban de viejos cordeles, algunas prendas de ropa
que al parecer habían sido lavadas y tendidas por la vieja mujer.
Adentráronse en la casona y al llegar al comedor, encontraron a la ancianita, sola y triste, mirando antiguas
fotografías de su esposo e hijos fallecidos.
Las mujeres, compadeciéndose de ella, la llevaron a un hospital para luego acogerla en la casa de uno de los
muchachos, en donde al fin llegó el día en que fue a reunirse con su antigua familia.
Hoy que nuevamente es Halloween, otros muchachos pasarán frente a la vieja casona, medio destruída por el paso
de los años, pero en esta ocasión nadie los invitará a pasar, ni les regalará golosinas, porque ahora sí en ella existen
fantasmas...
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