La Unidad de Amor a Dios
y al Prójimo
Ascendiendo de nuestras obligaciones más sencillas a las más elevadas, alcanzamos su cumbre: nuestras obligaciones en relación con Dios.
De acuerdo con los claros y precisos consejos de la Sagrada Escritura, nuestra principal obligación hacia Dios es la de amarle. Este Mandamiento fue expresado en el Antiguo Testamento con estas palabras: "Ama al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente." En el Nuevo Testamento, el Señor Cristo Jesús dijo acerca de este Mandamiento: "Este es el primero y más grande Mandamiento."
A este Mandamiento de la ley de Dios, nuestro Salvador añadió un segundo: amor al prójimo. Y dijo acerca de este Mandamiento que es "como el primero" es decir: amar al prójimo es como amar a Dios. La Santa Iglesia, estando fundada sobre las palabras del Señor, siempre ha puesto por delante el orden siguiente en las obligaciones morales humanas: las inferiores de todas ellas son las obligaciones hacia uno mismo. Por lo tanto, el amor por uno mismo tiene que ser sacrificado en el nombre del amor a Dios y al prójimo. El amor al prójimo está por encima del amor a uno mismo, pero éste está por debajo del amor más alto: el amor a Dios, a Quien debemos amar sobre todas las cosas.
Hay una teoría contemporánea, que un gran amor a Dios estorba nuestro amor a nuestros prójimos. Los defensores de esta teoría manifiestan que el hombre debe considerar la relación con su prójimo como su preocupación primera. Por medio de esto, aseguran que uno cumple sus obligaciones de amor a Dios. Las personas que defienden esta teoría, generalmente se oponen a los esfuerzos de la vida de los anacoretas. Desde su punto de vista, el modo de vida del anacoreta es una manifestación de egoísmo y desdén hacia los demás. En su opinión, el anacoreta es una persona que se ocupa exclusivamente de sí mismo y de la salvación de su propia alma, sin preocuparse en absoluto de los demás.
Nadie discutirá el hecho de que el servir al prójimo, un Cristiano sirve a Dios. Aún más que eso: el amor al prójimo es la prueba del amor a Dios, como dice el Apóstol Amado: "El que dice: 'Yo amo a Dios, pero odio a mi hermano,' es un mentiroso; pues si alguien no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a Quien no ve?" Al servir a nuestros prójimos, servimos a Dios, pues cumplimos Su ley de amor.
Sin embargo, es aún más cierto que nuestro amor a Dios nunca estorba nuestro amor al prójimo. Dios es Amor (1 Juan 8:16). Por nuestro amor a Dios, nos elevamos a una atmósfera o plano espiritual más alto, atmósfera o plano de Amor y luna nueva inspiración de Vida. El corazón de un Cristiano Ortodoxo está lleno de ese Divino Amor y lo irradia por todas partes y sobre todos. Así, contra la nueva opinión antes citada, el Amor a Dios no obstruye al amor al prójimo, sino que, por el contrario, le fortifica y le ahonda.
Un excelente esclarecimiento de este lazo entre el amor a Dios y al prójimo nos es dado por uno de los más grandes luchadores Ortodoxos, Abba Dorotheos. Dio la siguiente ilustración: la humanidad es como el cerco de una rueda, su contorno exterior. Dios es el centro, y cada persona es un radio. Si contemplamos una rueda, nos damos cúenta de que cuanto más cercanos están del centro los radios, más cercanos están los radios entre sí. Pero el ser humano puede acercarse a Dios y al prójimo, solamente por el Amor. Está claro que si uno ama a Dios, inevitablemente amará a sus prójimos.
En la historia del ascetismo Ortodoxo, repetidas veces vemos cómo los luchadores, inflamados en el Amor a Dios, abandonaban al mundo con sus tentaciones. Ellos hicieron esto de acuerdo, con las instrucciones del Apostol del Amor, Juan el Theologo, quien dijo: "No ames al mundo de las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, no está en él el Amor del Padre" (1 Juan 2:15). Es erróneo pensar que los ascetas renunciaron a su amor por las personas que están en el mundo. En absoluto. Ellos mismos manifestaron que sé alejaron, no de las personas, sino de los pecados reinantes en el mundo y de las tentaciones de una pecadora vida mundana. Ellos aman a sus hermanos de este mundo, incomparablemente más que aquéllos que han permanecido en este mundo y participado en sus pecados. No sé debería olvidar que la soledad en estos luchadores ha estado siempre llena con la oración, y la oración Cristiana no es solamente acerca de uno mismo, sino también de todos los demás. La Historia recoge para nosotros el siguiente incidente de la vida de San Pachomios el Grande, nativo de Alejandría. Una vez, mientras vivía en el desierto, supo que la ciudad de Alejandría estaba siendo azotada por el hambre y la epidemia. Y se pasó varios días en lágrimas, sin siquiera comer la ínfima ración de alimento que sé permitía diariamente. Sus novicios le rogaron que comiera y restaurase sus fuerzas, pero San Pachomios replicaba: "Cómo puedo yo comer mientras que mis hermanos no tienen pan?" ¡Qué lejos estámos, aún el mejor de entre nosotros, de semejante amor y conmiseración!
Tal amor a Dios no es solamente la cumbre de una elevación moral del Cristiano, sino también es la base de su existencia espiritual. Sin Amor no puede haber ninguna clase de vida, lucha y virtud espirituales.
El servicio más alto del amor Cristiano es el servicio del pastor, que solamente puede ser cumplido por el que puede amar a Cristo. Esta es la razón por la cual nuestro Mismo Salvador, al llamar a Pedro a la cura de almas o ser pastor, le preguntó: "Simón, hijo de Jonah ¿me amas más que éstos?" La Ortodoxia es una Religión de Amor. "Por esto os reconocerán que sois mis discípulos, si tenéis amor entre vosotros" dijo el Señor. Aquí, Sus palabras son acerca del mutuo amor Cristiano de las personas entre sí, y también acerca del amor filial, y de la devoción infantil a Aquel a Quien se llama constantemente en el Evangelio: "Nuestro Padre Celestial."
Por consiguiente, la base de una vida verdaderamente Cristiana es un corazón que cree en Dios y está entregado a El de una manera infantil, y penetrado por una atracción sincera hacia El, como el amadísimo Padre Infinitamente Amante...
alejandro baez rios