Cuando me lo presentaste
como tu mejor amigo,
pongo al cielo por testigo
que sin habla me quedé.
Me deslumbraron sus ojos
con claridades de aurora
y en el mismo punto y hora
se me murió tu querer.
Tú no te diste ni cuenta,
pero luego en la ventana
rompí de pronto a llorar
y a tu porqué por mi llanto
respondí: "vuelve mañana"
por no clavarte un puñal.
Corazón, dile a la boca
que por piedad no se abra,
que no diga una palabra
que voy a volverme loca.
Que lo que ayer fue delirio
se me borró de la frente,
y hoy tengo entre cuatro cirios
mi amor de cuerpo presente.
Que no lloro de agonía,
ni por desesperación,
que este llanto es alegría
por esta rosa encendida
que nació en mi corazón.
Él descubrió por mis ojos
de cómo yo lo quería
y aunque me correspondía
no se quiso ni enterar.
Y decidimos a un tiempo
darle muerte a este cariño
para que tú, como un niño,
no te echaras a llorar.
De Sevilla se ha marchado
dando un achaque inocente
sin despedirse de mí.
¡Lo quiero más que a mi sangre!
¡Mira tú si fui valiente
para no apartarme de ti!
Corazón, dile a la boca
que por piedad no se abra,
que no diga una palabra
que voy a volverme loca.
Quise enterrar mis candelas
en sepultura de olvido
y puse de centinela
a todos mis cinco sentidos.
Y aunque vivo en la ermita
de la desesperacion
Y aquel fuego resucita
y ni la muerte me quita
su querer del corazón
Autores: Quintero, León y Quiroga